Una experiencia personal

La experiencia que voy a contar ahora me recuerda mucho a lo que se hacía en la Grecia Clásica, donde la principal estrategia educativa era el diálogo. Este diálogo podía ser un debate en el que se enfrentan ideas opuestas (tesis y antítesis) para llegar a una conclusión más profunda (síntesis), o un simposio, que era un banquete donde se debatían ideas y se intercambiaban opiniones. 


La experiencia del taller de filosofía


Recientemente, me dieron la oportunidad de impartir un taller de filosofía en dos colegios: uno concertado y otro público (donde estudié cuando era pequeña). La actividad consistía en dividir a la clase en grupos pequeños de cinco o seis alumnos para debatir preguntas filosóficas que aparecían en cartas de un juego.




Estas preguntas generaron debates muy interesantes. Trabajé con alumnos de segundo y tercero de primaria, y me asombró su capacidad para reflexionar, apenas siendo tan pequeños. Cada grupo compartía sus conclusiones con el resto de la clase, lo que daba lugar a un debate colectivo.


En todo momento les recordé que no había respuestas correctas o incorrectas, siempre que sus opiniones estuvieran bien argumentadas. Fue impresionante ver cómo respetaban las opiniones de sus compañeros, incluso cuando no estaban de acuerdo, y cómo aprendían a escuchar y reflexionar juntos. 


Esto me demostró que la cooperación es una herramienta influyente en el aprendizaje. Aprendemos más de lo que vivimos y compartimos con otros que de la simple recepción pasiva de información. Salir de la rutina con actividades cooperativas despierta la motivación, lo que mejora la capacidad de aprender. Al igual que nos emocionábamos de pequeños cuando rompíamos la monotonía con talleres o excursiones, estos alumnos mostraron entusiasmo y compromiso.


                                                  


Aunque los colegios eran distintos (uno más tecnológico con tablets y el otro más tradicional), ambos mostraron una respuesta positiva al aprendizaje cooperativo. Sin embargo, se notó que a los niños con tablets les resultaba más difícil mantener la atención en la tarea, un aspecto del que hablaré más adelante.


Si logramos motivar a los alumnos con temas que realmente les interesen, todos participan activamente y se ayudan mutuamente, que es uno de los valores fundamentales de este enfoque.


Se identificaron dificultades como la baja participación de algunos estudiantes más tímidos, problemas para respetar los turnos de palabra y diferencias en la profundidad de las reflexiones, con respuestas más elaboradas en algunos casos que en otros. Sin embargo, estas situaciones, propias de la temprana edad y la falta de hábito, resaltan el potencial de esta herramienta como un recurso valioso para mejorar en estas áreas.


Me propusieron realizar la actividad de filosofía porque sabían que era algo que me gustaba y les pareció una idea interesante. Al principio, los niños no sabían qué era la filosofía, pero al final del taller estaban emocionados con la actividad. Descubrieron que podían llegar a conclusiones reflexivas por sí mismos. Esto refuerza mi convicción de que la filosofía no debería limitarse a los cursos superiores. Las herramientas de reflexión y pensamiento crítico son útiles a cualquier edad y aplicables en cualquier área.


Los talleres me dejaron algo muy claro:

  • El aprendizaje cooperativo fomenta valores como el respeto, la empatía y el trabajo en equipo.
  • Motiva a los alumnos, mejora su capacidad de aprendizaje y fortalece las relaciones sociales.
  • Despierta la reflexión sobre temas cotidianos que nos ayudan a crecer como personas.

Para que se me entienda, hablo de que estoy a favor de un conectivismo, como el propuesto por George Siemens y Stephen Downes (2005), sin embargo, sin introducir la tecnología. Ahora mismo solo me interesa el hecho de que, cuando conectamos lo que queremos aprender con nuestro entorno, se generan aprendizajes más amplios, por lo que decimos que la inteligencia es colectiva.


No introduzco la idea de tecnología por la experiencia que contaré a continuación, que refleja perfectamente la obra Superficiales de Nicholas Carr (2010), que vimos en la Lección 3 de “Desafíos contemporáneos para las organizaciones educativas”. En Superficiales, Carr explica que las pantallas nos distraen con demasiada estimulación. Esto nos impide aburrirnos, concentrarnos y ser creativos. El aburrimiento es necesario para pensar y generar ideas, pero internet nos está haciendo más superficiales, es decir, menos capaces de pensar y más distraídos por cosas superfluas.


Por lo tanto, quiero aprovechar esta obra para hablar del uso de la tecnología, sobre todo a edades tempranas. Aunque de igual forma sucede en las edades adultas, nosotros debemos enfocarnos en las edades tempranas, que es cuando realmente va a generar un impacto en la sociedad del futuro. Quiero hablar del uso de la tecnología y cómo esta influye en el pensamiento y en la forma de actuar de los niños tan pequeños, y de una manera tan negativa, no por la tecnología en sí, sino por el uso que se le da.


El colegio más tradicional fue el que yo estudié cuando era pequeña. Hace poco hice limpieza de trabajos manuales que guardé de mi etapa en primaria, y me parecen súper interesantes. En mi centro, realizábamos muchas dinámicas interactivas que nos motivaban en el aprendizaje, como el uso de blogs (un recurso tecnológico) y diarios de campo o cuentos (un recurso manual) . En estos diarios, introducíamos manualidades con plastilina, papeles de diferentes texturas, purpurina, imágenes y otros materiales, lo que hacía que fuera un trabajo muy creativo y divertido para nosotros. Un año nos dieron la oportunidad de hacer un libro en el que cada capítulo era para uno de nosotros. Podíamos poner un dibujo, una dedicatoria y una pequeña historia. Eso nos motivó mucho, porque ver nuestros cuentos reunidos en un libro de verdad nos hacía sentir que habíamos creado algo muy especial.



Probablemente, como me recuerda mucho a lo que estamos haciendo actualmente con la redacción de este blog, hablaré en otra entrada sobre un año de primaria en particular, cuarto de primaria, que para mí fue el mejor, el que más disfruté, y precisamente en el que introdujimos la realización de un blog.


He de decir, que a pesar de la crítica que haré a continuación sobre la tecnología, siempre hay un buen uso que poder darle. Si debo destacar una asignatura que realmente marcó la diferencia en cuanto al uso de la tecnología, sería MUS-E en Primaria. En esta asignatura, diferentes profesoras venían a hacernos talleres variados, lo que la hacía muy divertida y llena de sorpresas; nunca sabíamos qué íbamos a hacer ni quién nos iba a enseñar. Aunque la tecnología no se utilizaba con frecuencia, hubo una ocasión en la que una profesora nos enseñó a usar la pantalla verde y a hacer vídeos con imágenes secuenciales. El objetivo de la pantalla verde era mostrarnos las infinitas posibilidades que ofrece, algo que en la actualidad es la base de cualquier película. Además, con las imágenes secuenciales, aprendimos cómo se hacían las películas antiguamente y creamos dos pequeños vídeos con ambas metodologías. Aquí abajo pondré los enlaces.


https://youtu.be/TFsYzDDcn0E?si=cqHvDNOj0k7kG91q → Imágenes secuenciales


https://youtu.be/c_9vbRZz6DI?si=KEKZ65Q-MsqDi7Ks → Pantalla verde


La experiencia en la asignatura de MUS-E encaja muy bien con lo que se conoce como Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), porque el aprendizaje requería de nuestra participación activa. Es verdad que, al ser tan pequeños y hacer uso de la tecnología, nos guiaban en el proceso, pero sí que consistía en la elaboración de un proyecto y nos dejaban libertad para averiguar qué teníamos que hacer en cada momento. Las actividades eran prácticas, creativas y en grupo, lo que nos permitía aprender haciendo, a partir de lo que nos interesaba y conocíamos. La profesora nos acompañaba en el proceso, presentando las herramientas, pero dejándonos espacio para participar, investigar y probar.


Sin embargo, hago esta introducción para comparar lo bien que me fue con el taller de filosofía en mi centro, donde no vi muchos cambios tecnológicos en comparación con cuando yo estudiaba, con el cambio que viví al irme a otro centro en el que sí se introdujeron materiales tecnológicos, incluyendo la sustitución del libro por una tablet.


En el taller de filosofía del colegio concertado, donde usaban la tecnología en lugar de los libros, me di cuenta de lo poco útil que es este reemplazo. Los niños se distraían y tenían dificultades para concentrarse, mientras que en el colegio con metodología tradicional se ayudaban entre sí, respetaban los turnos de palabra, pensaban más profundamente y no se distraían. 


Es importante cambiar esto cuanto antes, ya que el uso temprano de las tecnologías, como pude observar en mi experiencia, no siempre trae buenas consecuencias. Como usaban las tablets en todas sus clases, al saber que iba a hacer un taller, las sacaron automáticamente al entrar, pero les dije que no serían necesarias y que las guardaran. Se sorprendieron al escuchar que íbamos a hacer una actividad sin ellas y, aunque se les pidió guardarlas, algunas niñas volvieron a sacarlas a mitad de la explicación, lo que hizo que distrajeran a sus compañeros.


Además de dar mi taller, tuve la oportunidad de pasar todo el día allí, ayudando en clase (sabían que estaba debatiendo conmigo misma entre dedicarme o no a la docencia), y las distracciones causadas por las tablets eran excesivas. Incluso tuve que acercarme a cada niño para pedirles que apagaran los juegos, ya que toda una fila de niños jugaba mientras la profesora explicaba. Tuve que repetirlo varias veces, ya que algunos intentaban seguir jugando cuando pensaban que no los veía. Otro aspecto que observé fue que al finalizar la clase, les daban unos minutos extra para jugar con las tablets como recompensa por haber estado atentos, cuando en realidad, el tiempo de atención es lo que más les ayuda a aprender. En ese colegio, las tablets se usaban como libros, proyectando presentaciones y permitiendo que los niños subrayaran o tomaran apuntes. Sin embargo, los apuntes que tomaban eran poco completos, ya que no podían escribir todo lo necesario en una tablet. Me di cuenta de que los niños tampoco sabían tomar apuntes en papel cuando se lo pedían, ya que se limitaban a escribir palabras o frases muy cortas. Esto lo noté también en las calificaciones que recibieron de un examen, ya que la información que habían recopilado para estudiar era insuficiente (las notas fueron de un nivel medio-bajo).


Estas imágenes me hacen recordar que, aunque a veces jugaban y yo les llamaba la atención, luego me demostraban su cariño. Creo que esa es su forma de agradecer que alguien se preocupe por ellos. Por eso, pienso que necesitan mucha más atención en la escuela.



La organización espacial en el aula juega un papel fundamental en el desarrollo de las habilidades sociales y académicas de los estudiantes. En el caso de este colegio, los alumnos estaban organizados en parejas, sentados de dos en dos, lo cual limitaba las interacciones con otros compañeros y dificultaba la creación de relaciones sociales más amplias. Aunque los niños podían fortalecer sus vínculos con el compañero de su mesa, se notaban carencias en el trabajo cooperativo, tanto en términos de comunicación como de colaboración. Un aspecto que no sucedía en el colegio donde yo estudié, ya que la disposición del aula era en grupos de cinco alumnos por mesa. Además, había una niña que estaba sentada en la parte de atrás, en una mesa única debido al número impar de estudiantes, mostraba una clara timidez. La falta de interacción con los demás parecía estar afectando tanto su aprendizaje como su integración en el grupo. Me di cuenta de que los niños cerca del profesor entendían mejor las explicaciones, mientras que ella estaba algo perdida. No levantaba la mano para pedir ayuda, así que, al darme cuenta, me acerqué a ayudarla. Ella me lo agradeció mucho y, desde entonces, me pedía ayuda cada vez que tenía dificultades.


A pesar de las complicaciones iniciales en mi taller, la dinámica fue efectiva. Aunque al principio les costó mantener la atención e incluso hicieron un mal uso de las tarjetas, ya que pude observar que las doblaban o competían por hacerse con ellas, finalmente los estudiantes lograron enfocarse y alejarse del uso de la tecnología, valorando el pensamiento y el desarrollo de ideas más allá de los simples apuntes que tomaban. Aunque el mal uso de las tarjetas podría atribuirse simplemente a un mal comportamiento por parte de los estudiantes, en el colegio donde estudié, donde realicé la misma actividad, los alumnos fueron más respetuosos con el material. Creo que las diferencias en la manipulación del material pueden deberse a los recursos utilizados en las clases (Recursos Tecnológicos VS Recursos Manuales o Físicos)


Creo que queda bastante claro lo que se puede aprender al pasar un día completo en una clase, además de muchas otras cosas que sucedieron y que me llevarían varias entradas para explicar. Aquel fue el momento decisivo, justo después de esa experiencia, en el que tomé la decisión de estudiar la carrera.


A modo de conclusión, quiero añadir que se suele decir que los filósofos están “locos” por pensar en cosas comúnmente impensables. Pero quizás es porque ellos tenían mucha menos estimulación de la que tenemos ahora, y su mente podía ir mucho más allá que la nuestra.


En otras palabras, quienes nos estamos volviendo más superfluos somos nosotros mismos, debido al uso inadecuado de la tecnología y a la falta de interés por conocer más sobre el mundo en el que vivimos, para poder hacer de él un lugar mejor.


Carr, N. (2011). Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?. Taurus.

Irigoyen Coria, A., & Morales López, H. (2013). La obra de George Siemens: una alternativa para el aprendizaje en la era digital. Archivos en medicina familiar, 15(4), 53-55. 


Comentarios

  1. Me parece una actividad muy interesante el hecho de impartir un taller de filosofía en alumnos tan pequeños. Además, comparto totalmente tu visión sobre el uso excesivo de la tecnología en el aula.

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  2. Sabiendo la negativa opinión que suele tener la asignatura de filosofía me resulta sorprendente la actitud tan positiva que tuvieron los niños y más siendo tan pequeños. Qué lástima que tener un dispositivo electrónico delante te limite la capacidad de reflexionar y pensar más allá. Me alegro Lauri que te gustase impartir el taller y pudieras cambiar la creencia que se tiene con la filosofía.

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  3. Lauraaa! Me ha gustado mucho tu entrada. Me encanta verte defendiendo la filosofía porque siento que, a menudo, las asignaturas de humanidades y de letras son menospreciadas en una sociedad que cada vez está más a favor de la ciencia y la matemática; del razonamiento lógico únicamente. Leer tu experiencia me ha hecho pensar que ojalá hubiera tenido filosofía siendo más pequeña, y que se hubiera seguido promoviendo el uso de material físico, no solo el tecnológico. Creo que, como dices tu, cada vez es más evidente la repercusión que pueden tener los recursos digitales sobre el desarrollo de los niños y su proceso de aprendizaje. Te seguiré leyendooo :)) Un beso!

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